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Alimentación durante los primeros 1.000 días de vida es clave para evitar enfermedades en la vida ad

• Dieta de la madre influye directamente en la salud de su hijo, desde el embarazo y hasta la lactancia. • La ingesta de proteína mayor a sus requerimientos reales puede programar al niño a padecer obesidad y otras enfermedades crónicas en la edad futura.

El riesgo de padecer enfermedades no transmisibles como obesidad y diabetes, así como enfermedades cardiovasculares e hipertensión, tiene una estrecha relación con la alimentación que la madre brinda a su bebé durante los primeros 1.000 días de su vida. A esta relación se le denomina “programación metabólica” e inicia desde el momento de la gestación y se extiende hasta los dos años de vida.


Estudios recientes presentados en junio, durante el Congreso de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN, por sus siglas en inglés), relacionan la alimentación materna y el consumo de proteína con la “programación metabólica”; por lo que es crucial que la madre desde el inicio del embarazo ajuste su consumo diario de este componente y otros nutrientes, así como que aseguré de que su bebé tenga el consumo adecuado de los mismos a través de la leche materna. Alimento que le brindará las cantidades apropiadas de proteína y todos los nutrientes necesarios para un desarrollo óptimo.


“Las proteínas son necesarias para la vida desde el momento de la gestación. Durante los nueve meses del embarazo, el feto las recibe a través del cordón umbilical y después del nacimiento, las obtiene de la leche materna. Por esta razón, es importante que la madre mantenga una alimentación completa y balanceada. De esta forma, el bebé recibirá los nutrientes que requiere para su adecuado crecimiento”, explica el Dr. Isidro Valle, Pediatra Endocrinólogo.

Proteína: un componente esencial para el lactante


Las proteínas es un componente fundamental para la vida, están involucradas en el mantenimiento de numerosas funciones corporales, como la reparación o el remplazo de células o tejidos y el crecimiento.

La velocidad de crecimiento está vinculada tanto con los requerimientos como con el aporte de proteína. Comparado con los requerimientos de un adulto, un bebé necesita mayor aporte proteico en relación a su peso corporal para asegurar su crecimiento. Esto no significa que un niño y un adulto deben ingerir igual cantidad de proteínas, la cantidad es proporcional a su peso, estatura y masa corporal.


“La leche materna es rica en proteínas durante las primeras semanas de vida. Posteriormente, esa cantidad se reduce de forma gradual y de acuerdo a la velocidad de crecimiento del lactante. Es decir, la naturaleza provee la cantidad exacta que el niño necesita acorde a su crecimiento saludable”, comenta el especialista.


Las variaciones observadas en la cantidad de proteína de la leche materna durante el curso del primer año favorecen un patrón de crecimiento saludable característico de los niños amamantados. En caso que un bebé consuma un aporte excesivo de proteína durante los primeros meses de vida, se altera su metabolismo, estimulándose actividad hormonal que favorece un crecimiento acelerado, acumulación de tejido graso, sobrepeso y obesidad.


Estos cambios metabólicos condicionan al niño a padecer en edades posteriores, incluso en la edad adulta, de enfermedades crónicas e inflamatorias como diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares. Los cambios nutricionales y de composición corporal relacionados con el consumo de altas cantidades de proteína en la infancia han sido denominados científicamente como la “hipótesis de la proteína temprana”.


Los efectos son particularmente notorios durante el período de los primeros 1.000 días de vida de un ser humano (desde la concepción hasta el final del segundo año). La programación metabólica causada por el consumo excesivo de proteína, tiene incluso el potencial de ocasionar cambios en las características hereditarias de un niño y causar estas anomalías prácticamente desde su nacimiento.

“Los primeros 1.000 días de vida constituyen una ventana de oportunidad única que puede utilizarse para asegurar un crecimiento normal en los lactantes y también para evitar el desarrollo de enfermedades crónicas e inflamatorias en edades adultas. Es indispensable asegurar una alimentación óptima durante la gestación y la infancia temprana”, finaliza el Dr. Valle.

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